CARTAS A UN AMIGO (3)

¿MILAGROS, HOY?

Tanto para muchos creyentes, como para los no creyentes, los milagros se quedaron allá, mientras duró la vida pública de Jesús. Y seguro, que aún dudan de muchos de ellos, como por ejemplo la expulsión de los demonios que habían poseído a las gentes de aquel entonces. La actuación de satanás comenzó con la rebelión del mismo contra Dios y la tentación a Adán y a Eva y continuará hasta el fin de los tiempos.

Los que no creen en su existencia, piensan que tanto los milagros como la existencia de satanas son una fabulación de la Iglesia para tener atado al hombre. Giovanni Pappini, pensador cristiano, tras su conversión, escribió en uno de sus libros: “ la mayor victoria de satanás, es haber logrado que el hombre no crea en su existencia”. Puede así trabajar más libremente en las almas y arrancárselas a Dios.

Algunos teólogos, afirman que las convulsiones de los endemoniados no eran más que un producto de una enfermedad que hoy se llama epilepsia y que ya existía entonces. Alguno de los evangelistas habla del “lunático endemoniado” que padecía esa enfermedad y que además estaba poseído. Luego, según las teorías de estos teólogos, yo he estado poseído en algunos de los momentos de mi vida, al haber estado tocado por esta enfermedad, de difícil tratamiento y que aún no se ha encontrado la causa real; si, los elementos que la producen: fallos eléctricos de las neuronas y medicamentos que la detienen o la paran, pero no la curan. Y además mi número en la empresa era el 62666. Pero dejándonos de bromas, negar su existencia es negar la Palabra de Dios, así de claro.

Respecto a los milagros, la Biblia y el Nuevo Testamento nos narran hechos prodigiosos realizados por Dios, acudiendo en ayuda del pueblo israelita: la división del Mar Rojo, el Maná enviado por Dios para que se alimentaran; cuando mana agua de la roca, para que el pueblo israelita, que se quejaba de la sed, bebieran… en el nuevo Testamento se narran bastantes hechos milagrosos realizados por Jesús.

Hoy, igual que ayer, el Señor pasa por nuestro lado haciendo el bien. Hoy, igual que ayer, el Señor cura y sana y devuelve la fe. ¿Necesitaba el Señor hacer milagros durante su vida pública? Creo que con solo su Palabra bastaba para que las gentes se convirtieran y creyeran. El motivo de aquellos prodigios era el Amor que sentía por las gentes. Unas veces, se compadecía del sufrimiento de las personas, otras veces le conmovía la fe de los que se acercaban, otras, de las gentes que les llevaban a los enfermos para que los curase. Hoy sigue igual. Hoy no faltan los milagros, algunos son de conocimiento, pero el laicismo existente, no los publica porque derrocarían los pensamientos nihilistas y de los que niegan o rechazan de plano la Palabra de Dios.

Los milagros que atribuimos a los diferentes Santos, los hace Dios, pero que escucha la intercesión de ellos por las personas enfermas, necesitadas... Estas intercesiones forman parte de lo que denominamos LA COMUNION DE LOS SANTOS; es decir, que un enfermo, un familiar o un particular, ruega a un santo por quien siente una especial devoción o persona que considera que ha tenido una vida de cumplimiento de la Ley de Dios, para que interceda ante Él por el enfermo y le alcancen su sanación o también por su vuelta a la Fe. La COMUNION DE LOS SANTOS, es una verdad de fe que hemos de creer.

Las intervenciones de Dios hacia nosotros, no tienen por qué ser hechos clamorosos, de hecho hay milagros, para que entendamos, pequeños, pero que son del mismo calibre que uno sobre la sanación de un enfermo incurable. Por ejemplo, el nacimiento de mi hermano Javier, hubieron de decidir si la madre o el hijo, mi madre decidió sobre la salvación del hijo. Mi padre, puso bajo la almohada de mi madre, ya muy grave, la estampa de San Francisco Javier, que creo se encontró poco antes. Horas después mi madre, reaccionaba, ante el asombro del médico del Hospital que la atendía. Le dijo a mi padre: “Luis, finita esta salvada”. Existen otros milagros, sobre nosotros mismos que tachamos de suerte, en lugar de milagros, tal vez porque no se crea en ellos; tal vez porque no queramos reconocerlos como tal, pues pensamos que estaríamos en deuda con Dios, cuando ya lo estamos desde que su Hijo murió en la Cruz por nosotros.

No hay milagros grandes o milagros pequeños. Hay milagros. Si examinamos nuestra vida, limpiamente, sin censurar nada, podremos descubrir alguna o algunas intervenciónes de Dios en nuestro favor, pero que nosotros, metidos en el mundo, ni nos hemos dado cuenta, por decirlo suavemente. Yo, por mi parte y creo que sin exagerar nada, he podido perder la vida en varias ocasiones.

La primera que recuerdo, fue una tarde en la playa con mis amigos de Partido Político. No hice pie y me fui al fondo, salí buceando (no sé nadar) hasta una pared de roca y fui subiendo. Otra vez, bueno en dos ocasiones, me quede dormido fumando, cuando desperté, tenía un agujero en la camisa de varios centímetros de diámetro, sin quemadura en la piel. Se pudo haber producido un incendio.

Otro hecho, fue desayunando, me dio otra crisis en Tenerife. Cuando desperté, la leche estaba carbonizada, el butano seguía encendido y un pajarito que me habían dado para cuidarlo, está muerto por asfixia.

En otra ocasión, llamaron a la puerta dos testigos de Jehová y les dije que pasaran. El mayor de ellos, obervó que no me encontraba bien y me dijo que me sentara en el sillón que momentos antes le había ofrecido. Otra crisis y la intervención de estos, seguramente salvó mi vida. Amén de los casi atropellos que sufrí.

¿Cómo llamar a todo esto’. ¿Casualidades?.¿Suerte?. ¿Hechos fortuitos?. Pero además, la mayor parte de ellos sucedieron cuando permanecía siendo el hijo prodigo. No con esto quiero decir que el Señor tolerase mi vida, mi rebeldía. El Señor llamaba mi atención hacia Él, a la conversión, a mi cambio, a ser el hijo prodigo que volvió a casa y arrodillándose le dijo: “Padre, perdóname, he pecado contra el Cielo y contra Ti”