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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

TERCER MISTERIO DE GOZO

 

.- EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS EN EL PORTAL DE BELÉN.

 

 

            En aquellos días se promulgó un edicto de Cesar Augusto para que se empadronase todo el mundo. 2 Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. 3 Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. 4 José, como era de la casa  y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, 5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. 6 Y sucedió que, estando allí, le llegó la hora del parto, 7 y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2, 1-7).

 

 

            Celebramos la Navidad con alegría, por el feliz acontecimiento, el Nacimiento del Niño Jesús en Belén. Es fecha de reuniones familiares, de alegría y de tristeza también por aquellos seres queridos que ya no están físicamente, pero si en nuestra alma y en nuestro corazón. Es fecha, en la que los recuerdos se agolpan en nuestra mente, de una manera más sensible. Colocamos un pesebre en los hogares cristianos, otros rememoran la ciudad de Belén con figuras y en el horizonte una montaña con un camino, por el que llegarán los tres Reyes del Oriente a adorar al Niño.

 

            En torno a Él, entonamos villancicos el día de  Navidad; también elevamos nuestros pensamientos al Niño Dios solicitando aquellas cosas necesarias para nuestras familias, amigos… y movidos por nuestra fe, parece como si nos  transportáramos a aquella época. Y de pronto nos situamos allí, junto al Portal autentico. Vemos al Niño que ha nacido. Un Niño como nosotros, pero distinto, lleno de pureza porque no está tocado por la herencia que nos dejaron nuestros primeros Padres Adan y Eva; está dormidito, plácidamente. Lo han tapado, porque las noches allí son frías. Vemos a María, elegida para ser la Madre de Dios. Persona como nosotros, pero también distinta, tampoco fue tocada por el pecado. Pues María, habría de ser el primer sagrario donde morara el mismo Dios. María, la Virgen, es el primer sagrario, sagrario viviente. Pro además María, estaba predestinada para ser Madre nuestra. Tu y yo hijos adoptivos de la Madre del mismo Dios. Y vemos a José, callado, silencioso, mirando al Niño. ¿Comprendía ya la importancia de su papel en la Historia de la salvación de la humanidad?

 

            Miramos admirados, pero tampoco nada entendemos. Porque aun hoy seguimos sin entender en su plenitud aquel acontecimiento de Belén. Creemos, pero no entendemos. Si entendiéramos, el mundo de hoy sería otro. No habría odios, corrupciones,  y olvidos de Dios; no aceptaríamos las propuestas seductoras del mundo,  no codiciaríamos lo que no nos pertenece… y es precisamente esta fecha la que debe ponernos  en la realidad en la que vivimos. No hay que esperar a la Semana Santa. Este debe ser el punto de partida de nuestro cambio, de nuestra conversión. Acercarnos al Portalico no para entonar villancicos maquinalmente, sino para entonar esos otros villancicos, que saliendo del corazón lleven inmersas las palabras de arrepentimiento y conversión.

 

            Fíjate lo que nos dice el evangelista: y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento. Cuando leíamos esto en clase de Religión, siempre pensábamos que malvadas personas, ven a la Virgen a punto de dar a luz y no le dejan un sitio. Pero más tarde comprenderíamos que aquellas personas nos representaban a toda la humanidad y aquellos hogares, representaba a nuestro corazón, lleno, repleto, sin un lugar para Dios. Y es que el Evangelio, no está escrito para ser leído como una novela cualquiera. Cada párrafo, cada personaje está ahí porque tiene un significado: los fariseos, el agua, el paralitico, la hemorroisa… todo tiene su significado que enlaza directamente con nosotros.

 

            A pesar de su entrega a la Cruz, por nosotros, muchos seguimos empecinados en alejarnos de su camino; de seguir haciendo una religión a nuestra medida, cortando por aquí y cosiendo por allá. Haciendo oídos sordos  aquello que no nos interesa, porque nos supone una carga pesada, o porque rompe con las normas que el mundo establece o porque es un fruto prohibido y deseo probarlo. A pesar de su entrega a La Cruz, seguimos mordiendo la manzana que nos ofrece la nueva Eva, el mundo y sus seducciones.

 

            Y por ello vino el Niño, para ofrecernos algo mejor que lo que nos ofrece la nueva Eva, un “lugar maravilloso donde ya no se sufre” que decía mi padre. Una nueva vida después de esta vida. Una vida que vino a ganarla el Niño para nosotros, para toda la humanidad. Y nos la ganó a precio de sangre y cruel pasión. Una pasión que no ahorró en crueldad, por mucho que queramos imaginarla de otra manera. Si los evangelistas la hubieran descrito en toda la extensión de la palabra, seguro que el mundo viviría sumido en una gran tristeza. Pero solo describieron aspectos que nos empujan a leerlo de forma novelada. Pero la palabra PASION ya debe inducirnos a lo que ocurrió a Jesús en aquellas horas desde su detención hasta su muerte en la Cruz.

 

            Y nació pequeño, humilde, solo, en un lugar frio. Tan solo su Madre, José y dos animalicos. Un pesebre y un establo. Fría noche, frio lugar para quien nos vino a dar el calor del auténtico AMOR. Como dijera el padre Martin Descalzo, muchos esperaban a un Rey con vestiduras no a un bebé. Tal vez le hubieran creído. Pero Jesús quiso comenzar desde el principio, como tú y yo; así darnos ejemplo desde el principio. Desde la familia, desde los amigos, desde la escuela… Los pasos que vamos a dar, los da Él primero, para poner el ejemplo de cómo hemos de actuar.

 

            En este Misterio desgranamos, en honor a María, el Padre Nuestro y las Avemarías, recordando aquel grandioso momento del Nacimiento de Jesús, desde el cual, se convierte en Corredentora de toda la humanidad. La Virgen María, escribe, pues, otra de las paginas maravillosas en la salvación del Mundo. No solo acepta ser la Madre de Dios, sino que se convierte en cosalvadora junto a su Hijo Jesús.

 

Y mientras desgranamos cada cuenta, con todo cariño hacia nuestra Madre, vamos meditando este Misterio que da comienzo a nuestra salvación. ¿Qué supone para mí la salvación? ¿Merece lo que me ofrece el mundo? ¿Merecen la pena sus sugestivos ofrecimientos materiales? ¿Qué supone para mí la Navidad?

 

 

Recibe la visita de aquellos pastorcillos, avisados por el Ángel. Y recibe la visita de tantas familias cristianas desde sus hogares que reunidos dan gracias al Niño Dios por su gesto hacia el a veces género humano. Al reunirnos las familias en torno al Portal de Belén, recordamos también la importancia de la institución de la familia que se conformó aquel día. El Niño, María y José, la Sagrada Familia, instituyen ese bien querido por Dios y que la cristiandad defiende: la familia. Institución que no debemos dejar arrebatar, ni edulcorar. No hay otra familia, sino la cristiana, conformada por el hombre, la mujer y los hijos si los hubiere.

 

Aquellos pastorcillos cuentan lo que han visto. Nosotros también haremos lo mismo. Anunciaremos la venida de Jesús a todos. Por ello, con el bautismo no solo nos hemos convertidos en hijos de Dios y hechos cristianos, sino que nos hemos convertido en catequistas; es decir, en profusores de la Buena Noticia.

 

El Nacimiento destaca el Amor que Dios tiene al mundo, los deseos de que la humanidad, entera, vuelva a su amistad. Por todo ello, su Hijo pide al padre hacerse uno de nosotros, salvo en el pecado, para ejemplificarse y enseñarnos el camino del Cielo. El Padre que nos AMA, acepta el sacrificio de su Hijo. Los profetas no habían sido escuchados: perseguidos unos, asesinados otros. Manda a su Hijo, quien para abrirnos las Puertas del Cielo muere en la Cruz. Por ti y por mí. Nadie está exento. Su sangre redentora alcanza a toda la humanidad, a pecadores y a justos, creyente o no. Desde el frio Portal de Belén, Dios nos lanza todo el calor de su AMOR y María nos acoge en sus brazos maternales, porque todos somos el fruto del AMOR de Dios.

 

Abramos pues, las puertas de nuestros corazones, en esta Navidad al Señor, desocupemos nuestros corazones de las cosas banales, superfluas, materiales. Cerremos nuestros oídos a esos cantos de sirena que nos ofrecen un mundo sugestivo, pero que nos aparta de la huella de Jesús. Ahí está a Virgen María, quien como Luna Nueva ilumina nuestro camino para que nunca nos perdamos. Tomemos esos regalos que Jesús nos deja para siempre: oración, Eucaristía y Penitencia; lo demás llega por añadidura

 

           

 

 

           

           

 

 

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