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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

QUINTO MISTERIO DE GOZO

            41Sus padres  íban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre. 43 Pasados aquellos días, al regresar, el niño se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres. 44 Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, 45 y como no lo encontrasen, retornaron a Jerusalén en busca suya. 46 Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. 47 Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de su respuestas. 48 Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo ¿ porque nos has hecho esto? Mira como tú padre y yo, angustiados, te buscábamos. 49  Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? 50 Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. (Lc 2, 41-50).

 

 

            La fiesta de la Pascua se celebra el 14 del mes de Nisan: era una fiesta de la familia. Comenzaba con la matanza  de un cordero, que se realizaba en el patio del templo. Se trataba y se trata aún hoy día de una fiesta de carácter nacional y religiosa. Si hemos dicho que comenzaba con la matanza del cordero en el patio del Templo este era un preparativo necesario; realmente la fiesta en si se iniciaba con la cena  Pascual, donde se comía en cordero que había sido sacrificado en el templo.

                                                     

            San Lucas  nos dice que Maria y José acudían todos los años a Jerusalén para la celebración de la Pascua, como sin duda muchas gentes de Palestina lo hacían ya que era  una celebración obligatoria “solo para los varones de 12 años en adelante”, por eso nos  dice que Jesús, una vez hubo cumplido los doce años acude con sus padres  a la celebración de la Pascua. A los doce años de edad era cuando se comenzaban a observar los principios religiosos.      Para el cristiano la observancia de los principios religiosos está establecida a la edad de siete años que es cuando ya se está en  uso de razón y conciencia de lo que está bien o está mal, por eso es un error ( mas de formación que de otra motivación) el echo que algunos padres consideren que el punto de partida se encuentra tras la celebración de la Primera Comunión.

 

             Pasados aquellos días, al regresar, el niño se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres. Para poder entender esto, los estudios bíblicos nos dicen que “en las peregrinaciones a Jerusalén los judíos solían caminar  en dos grupos: uno de hombres y otro de mujeres. Los niños podían ir con cualquiera de los dos”.

 

            Las mujeres en Palestina ocupaban un segundo plano; era más bien una sociedad machista. Por ejemplo, en el templo de Jerusalén había un lugar denominado: patio de las mujeres , lugar al que ellas tenían acceso y otro, mas cercano al corazón del templo, se encontraba el Patio de Israel o de los israelitas al que solo tenían acceso los hombres judíos; en las sinagogas, lugar de oración y de celebración de la Palabra, la parte  principal era para los hombres, mientras que las mujeres eran relegadas a una zona trasera de la sinagoga desde donde podían seguir las reuniones.

 

            Esta separación entre las caravanas explica el motivo por el que María y José no se dieran cuenta de la desaparición del Niño. Jesús se queda en Jerusalén. María y José suponiendo que estaba con uno de ellos no lo echan en falta hasta que “terminada la primera jornada, era el momento en que se reagrupaban las familias” para la cena y pasar la noche. María y José se angustian al ver que no estaba con ellos ni con alguna familia amiga  u otros parientes. Abandonan la caravana y vuelven hacia Jerusalén donde “al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo” nos dice San Lucas.

 

            Al cabo de tres días Jesús resucita victorioso sobre la muerte y nos alcanza a nosotros esa promesa, que también venceremos la muerte para vivir toda la eternidad en la gloria de Dios. Nosotros también perdemos a Jesús por el pecado mortal y por el pecado venial comenzamos la andadura de poder perderlo en algún momento. María y José nos dan una lección de catequesis: nosotros también podemos  encontrar a Jesús si lo perdemos: a través de la Penitencia; también si por desidia o abandono perdemos la fe, podemos encontrarlo si con ahínco y decisión nos ponemos en camino para buscarlo. María y José nos ayudarán a reencontrarnos con Jesús. Que mejor que ellos para lograrlo.

 

            Jesús y María lo buscan por todas partes, entre amigos, entre conocidos, por los caminos de vuelta a Jerusalén, en la ciudad, atiborrada de gente... nos dan ejemplo de constancia que de seguro nos servirá como medio para que Jesús vuelva a estar en nuestro corazón y en nuestra alma. María y José podrán alcanzarnos esa virtud si se lo pedimos. No esperemos  a que pase mucho tiempo desde que tenemos la desgracia de perder a Jesús por el pecado, el riesgo de enfriamiento total del rescoldo de la fe puede apagarse, salgamos rápido en su busca, como lo hicieron María y José.

 

            Lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. 47 Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de su respuestas. Describe San Lucas, y el padre José Luis Martín Descalzo nos dice: “ No estaba –como quisieron los apócrifos y lo han pintado los artistas-  sentado El y todos los doctores rodeándole. El evangelista sólo nos dice que estaba allí sentado “entre los doctores” (Lc 2,46), es decir, en el semicírculo que los doctores formaban y en el que solían a sentarse cuantos querían escuchar. Tampoco estaba pronunciando doctos discursos. Más bien oía y preguntaba. No era un niño prodigio, era simplemente un chiquillo especialmente agudo en su modo de preguntar y de responder. A todos asombra su claridad en los problemas bíblicos que allí se debatían”.

 

            Todos “quedaban admirados de su sabiduría” dice San Lucas. Esta frase volveremos a escucharla cuando los evangelistas nos comunican que todos cuantos escuchaban a Jesús se quedaban admirados. Jesús no hablaba de cosas raras, ni de utopías, ni de países de hadas. Jesús predicaba la Buena Nueva, los Mandamientos de la Ley... con sencillez y con ternura, con proximidad y con paciencia, de tal forma que los oyentes no sentían la presión, ni las ataduras a las que se veían sometidos cuando algunos doctores de la Ley, escribas y fariseos hablaban a las gentes de Palestina. En el Templo estaban admirados de la sencillez de aquel Niño.

 

            María y José se alegran, se maravillan cuando encuentran a Jesús. Nosotros también nos maravillamos cuando recuperamos a Jesús, cuando descargamos nuestra conciencia y nuestra alma del pecado, cuando ¡por fin! he vuelto a encontrar a Jesús al que había perdido, cuando después de mucho tiempo vuelvo a recibirle en la Eucaristía. La alegría de María y de José nos contagia a nosotros también.

 

            ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?. Estas palabras de Jesús “ afirman su voluntad de cumplir los designios de su padre Eterno”. Nosotros también hemos de estar en las cosas de nuestro Padre del Cielo a través del Apostolado al que hemos sido llamados desde la eternidad, reafirmándosenos esta llamada desde el Bautismo.

 

 

 

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