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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

SALVAR AL HOMBRE

SALVAR AL HOMBRE

e nuevo entró Jesús en la sinagoga, donde se encontraba un hombre que tenía la mano seca. Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado, para acusarle. Y dice al hombre que tenía la mano seca: Ponte en medio. Y les dice: ¿es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Ellos permanecían callados. Entonces mirándolos con ira, entristecido por la ceguera de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió, y su mano quedo curada. Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, celebraron enseguida una reunión contra él, para ver como perderle”.                                        

 

           Comienza San Marcos  con un nuevo episodio ocurrido en sábado,  el día del sábado era un  día de descanso absoluto y dedicado a la oración. Hoy los judíos religiosos siguen con la misma dedicación del día del sábado. Jesús va a enseñar que el hacer el bien no tiene límites; en su más amplio sentido, la vida de una persona está por encima de todo, tanto si está en peligro como si no; y esta es la doctrina que viene a enseñarnos para que nosotros la apliquemos, sea cual sea la época, las leyes de un país, la costumbre social... Tampoco, y esto está claro, que el hacer el bien no debe estar sujeto a ninguna ley ni tampoco a ninguna condición, por eso el Señor les pregunta a los fariseos, sabiendo de antemano cual iba a ser la respuesta de éstos: “¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? (MC 3,4).

 

El sentido de salvar o de perder puede  también tomarse en el del terreno espiritual, ya que una vida  puede perderse o salvarse en el modo que hagamos el bien o lo omitamos. Un alma alejada de Dios, un alma que busca a Dios, un alma que ha perdido a Dios por la causa que sea es un alma que necesita de nuestro bien, de nuestra atención, de nuestra ayuda urgente y sin dilación, por encima de nuestro tiempo personal. San Marcos en su relato nos dice que  no contestaron, pero no  por no saber qué contestar, pues siendo los escribas maestros de la Ley, sus conocimientos amplísimos les permitía saber y tener conciencia clara que Jesús tenía razón; el silencio se debe al pecado de orgullo y de soberbia que les invadía y que les llevaba al extremo de la hipocresía. Por esto Jesús se enfada, como nos cuenta San Marcos; “5 Entonces, mirándolos con ira, entristecido por la ceguera de sus corazones, dice al hombre: “Extiende tu mano. La extendió, y su mano quedo curada” (MC 3,5), curando su mano.

 

             Un hecho notable a destacar es que  aquel hombre no se acerca a Jesús, o al menos San Marcos no nos lo describe. Es Jesús quien se acerca.  Tal vez,  aquel hombre,  si no ese día, en otra ocasión se lo hubiera pedido. Jesús se adelanta muchas veces a nuestras peticiones, aunque no se lo pidamos  en ese momento. ¿De cuantos peligros, de cuantos problemas, de cuantas situaciones no habremos salido sin la intervención del Señor con antelación a nuestros ruegos y súplicas? En esta ocasión, la acción sanadora de Jesús se realiza para enseñarnos que el bien no debe tener límite ni estar sujeto a ninguna Ley humana, de la misma forma que Dios no pone límite a hacernos el bien, hasta el punto que permitió que su Hijo, Jesucristo muriera por nosotros. También nos enseña que no debemos esperar a que salga a nosotros el necesitado, sino que nosotros, Apóstoles y soldados de Cristo, desde nuestra Confirmación, somos los que hemos de ir a hacer el bien, incluso en los momentos más inoportunos, como lo hizo el Señor: en el día del sábado. Por esto, aprovechar para indicar la importancia de este Sacramento de la Confirmación  muy devaluado en muchas personas por no darle la importancia que tiene, ya que el no recibirlo nos priva de las gracias que a través de éste se reciben y entre otras cosas que nos privamos de los dones del Espíritu santo que con el sacramento se reciben.

 

             6 Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, celebraron enseguida una reunión contra él, para ver como perderle” (MC 3, 6). Los herodianos eran partidarios del régimen de Herodes; a la vez, eran considerados como enemigos acérrimos de los fariseos. Pero algo va a unirlos hasta el final: la persecución de Jesús.

 

             Si en los necesitados, viendo en ellos: a los marginados, a las personas que se encuentran solas, a los ancianos y desvalidos, a los desesperados que precisan de una sonrisa o una mirada de cariño... viéramos el rostro de Cristo, y aún así omitiéramos  nuestra ayuda, estaríamos haciendo como los herodianos, estaríamos viendo como perderle, como perder ese alma. Por ello es importante que, cuando leamos el evangelio, nos miremos en todas las personas y situaciones que surgen en cada página: la anciana que da limosna, los fariseos que critican que Jesús se siente con un publicano, los amigos que llevan ante Jesús al paralitico, el leproso agradecido, los leprosos ingratos… pues ello nos llevara a vernos por dentro y descubrir  situaciones de nuestra lama que tal vez no habíamos descubierto. Es importante el Evangelio, pero no podemos quedarnos sólo en él, sino reforzar su lectura con la práctica de los sacramentos: eucaristía y penitencia y ahora que nos vamos a encaminar a la Cuaresma

 

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