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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

LAS TENTACIONES A JESUS

 

 12 Enseguida el Espíritu Santo lo impulsó hacia el desierto” (MC 1,12) 

 Leemos en San Marcos lo impulsó hacia el desierto, La acción impulsar aquí no tiene el sentido de violento de desplazamiento de una cosa o una persona a través de  un impulso o empujón. Jesús es llevado por la fuerza del Espíritu Santo al desierto a cumplir con la voluntad del Padre; podemos decir: el Señor me impulsa a hacer esta obra, por tanto no me empuja, en el sentido violento de la palabra, sino que me hace sentir ese deseo de realizar una u otra obra. La experimentación de este impulso a cumplir con la voluntad del Padre se traduce en un ardiente amor por cada uno de nosotros “La irreprimible urgencia del amor de Jesús a los hombres”. 

 El Espíritu Santo también nos impulsa a nosotros a hacer obras buenas, nos encamina hacia nuestra santificación, haciéndonos sentir también a nosotros esos irreprimibles deseos de servir al Señor. 

 Jesús nos muestra su amor al Padre y nos muestra inequívocamente, su amor hacia nosotros. 

 Para algunos estudiosos  bíblicos, el desierto que nos presenta San Marcos no  en este pasaje “presenta  un valor figurado - teológico”, “el desierto representa a la sociedad judía, en la que Jesús va a vivir  y a actuar hasta que llegue el momento”, y este momento no será otro que el de su Pasión y Muerte 

 "Y estuvo en el desierto cuarenta días" (MC 1,13). Antes de comenzar su vida pública, el Señor se prepara en la oración y en el ayuno. La importancia de la oración nos la comienza a enseñar Jesús antes de empezar su misión. Ponerse en las manos del Padre, hasta para las cosas más pequeñas. Este momento, el de la oración, el de ponerse en las manos del Padre, Jesús nos lo va a repetir en muchos de los momentos más trascendentales, y entre ellos cuando terminada la Última Cena, se retira al Huerto de los Olivos en oración. Jesús se prepara para ese momento trascendental: su Pasión y Muerte. En el Antiguo Testamento podemos ver como Moisés se pone en oración durante cuarenta días antes de promulgar los Mandamientos de la Ley que había recibido de Dios en el monte Sinaí; y de la misma forma el profeta Elías, antes de hacer renovar el cumplimiento de la Ley; nosotros los cristianos repetimos este momento con el ayuno cuaresmal. A este respecto Juan Pablo II nos enseña que "se puede decir que Cristo introdujo la tradición del ayuno de cuarenta días en el año litúrgico de la Iglesia, porque el mismo ayunó cuarenta días y cuarenta noches antes de comenzar a enseñar". 

 El término cuarenta  es utilizado en varias ocasiones en el AT: el diluvio que duró cuarenta días y cuarenta noches; el éxodo del pueblo israelita que se traduce el años, cuarenta años de travesía hasta la Tierra Prometida, por eso algunos estudiosos tratan de identificar el periodo del éxodo del pueblo israelita con los cuarenta días que permaneció Jesús en el desierto  

 "Mientras era tentado por Satanás" (Mt 1,13). San Marcos en su Evangelio nos trae este pasaje y el del endemoniado de Gerasa, en los que se nos hace referencia al diablo. Esto no debe hacernos pensar, erróneamente, que San Marcos no da importancia al demonio. 

 

El demonio. Su existencia.   

 Ante las nuevas corrientes que niegan su existencia o la presentan como una mera figura literaria o personificación del mal, el célebre escritor converso Giovanni Pappini escribe que "los teólogos hace siglos que apenas cuchichean algo sobre él, como si se avergonzaran de su presencia real, o tuvieran miedo de mirarlo de frente, de sondear su esencia, como si temieran escandalizar a los espíritus libres que han expulsado de la "buena sociedad" de la "intelligenzia" todas estas supersticiones medievales".  

 En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos leer, a propósito de este pasaje, que " al final de este tiempo (se refiere al periodo de ayuno de Jesús en el desierto) Satanás intenta tres veces poner a prueba la actitud filial hacia Dios" (538), "la tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser del Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que propone Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir"(540). 

 Desvalorizar la existencia de Satanás, pretender darle un sentido metafórico de personificación del mal, dar un sentido de literatura novelesca a este pasaje de la Biblia es tanto como pretender que las tentaciones que se describen en San Mateo y en San Lucas son meros ejemplos puestos por el Señor para indicarnos como dirigir nuestros pensamientos frente a las tentaciones. 

 El padre José Luis Martín Descalzo escribe tajantemente que las tentaciones que padeció Jesucristo no fueron un juego, "la tentación cruzó su vida como cruza la nuestra". El Señor permite ser tentado por amor a nosotros y para enseñarnos que éstas pueden ser, no sólo vencidas, sino que son también motivo y signo de progreso en nuestra vida espiritual. Por su parte, Dios permite las tentaciones por varios motivos: para que con ellas reconozcamos nuestra debilidad y la necesidad de tenemos de la ayuda de Dios para no caer. 

 Por su parte, Juan Pablo II acerca de la existencia del diablo nos dejó dicho estas palabras: "Quien rehusa reconocer su existencia se sale del marco de la enseñanza  bíblica y eclesiástica; como se sale de ella quien hace de ella un principio autónomo, algo que no tiene su origen, como toda criatura, en Dios; o quien la explica como pseudoreal, una personificación  conceptual  y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias"  

 San Pablo en su carta a los Hebreos nos describe algo muy significativo: "Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestra debilidad, sino al contrario; tentado en todo, como semejante nuestro que es, pero sin pecado" (Hb 4, 15). Y en Lucas leemos: "Vosotros habéis permanecido conmigo en mis pruebas"(Lc 22, 28) y en San Juan: "Viene el príncipe de este mundo, que en mí nada puede, pero conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre" (Jn 14,30). 

 Aquellas tres tentaciones que nos narra la Biblia no iban a ser las únicas, el padre José Luis Martín Descalzo afirmará:" Si, en todo fue tentado, en todos los terrenos y en todas las formas: en el hambre, en la sed, en el frío, en la fatiga...".  

 Pero ¿ quien es Satanás? Denominado también el maligno, el demonio, el pervertidor, el príncipe de las tinieblas. 

  Frente a la creencia, errónea, de que el demonio es la personificación del mal, hay que decir que éste no es una mera figura representativa del mal,  ni tampoco una reencarnación del mal, sino que es realmente el espíritu del mal. 

 La Iglesia Católica predica la existencia del demonio o de los demonios, que son los ángeles pecadores, que habiendo caído del estado de gracia; es decir, del estado de pureza fuera de  pecado, no gozan de la gloria de Dios. Esta teoría de la  Iglesia queda apoyada en la Revelación (desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento).  Recordar la aparición de Satanás que incita al pecado a nuestros primeros padres; en el nuevo Testamento con las tentaciones  al  Señor y otros episodios esporádicos.  Satanás  personifica  el odio y la rebeldía hacia Dios. 

 En el Nuevo Testamento podemos encontrar a Satanás  tras varios nombres: Belcebú, Príncipe de los demonios, Príncipe de este mundo, diablo, maligno. La tradición cristiana  le aplica el nombre de Lucifer. 

 Es la actuación radicalmente opuesta a Dios, así como a  sus planes sobre las criaturas.  El pecado de los ángeles caídos esta expresamente revelado  en Isaías (Is 14, 12-15) y en Ezequiel (Ez 28,12 y ss), y la tradición cristiana los interpreta. La existencia de los  demonios o ángeles caídos está definido como dogma de fe  por la Iglesia (verdad revelada a creer). 

 Frente a la duda si los ángeles  pueden pecar, creo que queda fuera de lugar, ya que sólo Dios es impecable (es decir, no peca),  así como la Santísima Virgen a María, elegida por Dios,  que fue preservada  de toda mancha, de todo pecado. Esta posibilidad de  pecado de toda  criatura de  naturaleza  intelectual está en su libre albedrío (por el que puede separar  la tendencia voluntaria al propio bien de la subordinación al bien supremo, considerando  aquel como  fin ultimo). 

 ¿ De que tipo  pudo ser aquel pecado?. Los santos padres de la Iglesia lo definen como un pecado de  envidia y de soberbia. De soberbia en cuanto  pretendieron ser  semejantes a Dios (lo que interviene luego en la tentación a nuestros primeros padres, como  podemos recordar en el Génesis). Si bien esa semejanza  no es en orden a la naturaleza de Dios, sino en cuanto a su gracia, amén del rechazo a la dependencia de Dios.  En cuanto a la envidia, es lógica  ya que no se conformaron con lo que eran, sino que desearon ser iguales a Dios. 

 ¿ Pudo existir error o ignorancia en la actuación rebelde de  los ángeles caídos?. La Iglesia  afirma que no  ya que les fue  ofrecida a los ángeles  la visión con un conocimiento  perfecto de  fe. 

 ¿ Puede apreciarse cambio en su actual actitud?. La respuesta es negativa aquí también, toda vez  que   debido a su voluntad de  criatura puramente espiritual no admite  variación en sus decisiones libres, quedando fijada en el pecado: obstinación en el mal, por lo que su pena será eterna, igual que su culpa. 

 La acción maléfica del demonio se dirige  constantemente a combatir la gloria a Dios que le deben el resto de las criaturas, inferiores por naturaleza a ellos. Las  insidias del demonio se   centran en la lucha: 

 contra el reinado de Dios en el alma humana  contra las virtudes sobrenaturales del cristiano  etc.  

La forma de actuación habitual es  la tentación (insinuaciones, imágenes), no descartándose la  conocida posesión, que es ya un suceso de características extraordinarias, en la

 

que el demonio se apodera  de las facultades sensibles del hombre, o de las facultades espirituales, no sin la complicidad del sujeto. 

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