¿LE GUSTA LA MÚSICA A DIOS?

Como todos los días me levanto temprano. Estoy anclado a unos medicamentos y los primeros, tocan temprano. Así que después me quedo en pie. Me pongo a leer, bien alguno de los libros del padre Martín descalzo; tres monjes rebeldes; cruzando el umbral de la esperanza; el selecciones Reader Digest… los leo al “alimón”. Otras veces me pongo a escribir sobre algún tema y plasmo mis pensamientos. La pobre pluma, trabaja como una esclava y sin cobrar. Y siempre acompañado de música de fondo. Estos días han sido los Sabandeños, que me hacen recordar a las Islas Canarias, donde han quedado días muy buenos y días tristes; gente a la que quiero intensamente y gente a la que prefiero olvidar, aunque no suene muy católica esa expresión.

Si no han disfrutado de los Sabandeños, háganlo, aunque sea una vez, verán como se “enganchan”. Las Islas no solo tienen su encanto en las Playas, en las “papas arrugás”, en el mojo… hay mucho mas, entre ello, los Sabandeños.

Otras veces, la música clásica; los monjes gregorianos cantando canciones de los Beatles; o los cantos de los niños cantores de Viena; marchas militares españolas, que te transportan a otro mundo, el de la tranquilidad y concentración, pero que se pasa en un “plis plas”. Te da paz y te concentra, te ayuda a escribir a entender lo que lees. Es como el rumor del agua del mar cuando choca contra la orilla de la playa. Paz y tranquilidad.

¿Le gusta la música a Dios?. Claro, si es un don de Dios que el alcanza al hombre; a otros la escritura. Hay libros que te atraen hacia él, que cuando terminas de leerlo dices “parece que está escrito por el mismo Dios”. A cada uno le da un carisma atravesó del Espíritu Santo; tenemos que descubrirlo y ponerlo al servicio de los demás. No podemos decir: yo canto, yo escribo, yo toco el piano… porque nace de mí. A Dios le agrada que descubramos los dones que nos entrega y los pongamos al servicio de los demás, es la moneda que Dios nos entrega, no para que produzca y no para que la enterremos bajo tierra.

La única Paz, duradera, eterna, verdadera, se logra con la Música de Dios; me refiero a esa charla Padre e hijo