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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

TROPEZANDO EN LA MISMA PIEDRA

No es el ambiente en si el causante del pecado del hombre. Si, tiene su intervención; pero el verdadero culpable del pecado es el hombre mismo. El mundo se limita a ofrecer, cierto que con todo lujo de detalles, como vendedor de puerta a puerta. Pero es el hombre el que no debiendo “comprar”, compra y disfruta. Cuando estudiábamos de pequeños el catecismo, recuerdo aquello:”¿Cuáles son los enemigos del hombre?: el mundo, el demonio y la carne”. El mundo con sus seducciones, el diablo, es el gran tentador y el sexo mal aplicado y desordenado. Algunos lo recuerdan y se ríen de esa respuesta. Mucho ha cambiado todo desde entonces, desde que estudié en los Jesuitas. Antes se hablaba mucho del pecado, ahora de faltas, fallos. ¿Había razón antes?. Lo cierto es que ahora se han perdido mucho los valores y muchos no tienen ya freno religioso ( es decir, que da lo mismo pecar que no).

Solemos echar toda la culpa al diablo de todas nuestras caídas, de nuestros malos haceres, de nuestros pecados graves o leves, como queriendo disculparnos de nuestras actitudes. El cumple su oficio, el sabe donde andamos mas flojos, más débiles, sin muchos refuerzos de oración, flojos por el pecado, por la falta de participación de participación en los sacramentos. Y por ahí presenta sus sugestivas ofertas, moviéndonos al desorden. Pero nosotros al aceptarlas somos los que pecamos, a sabiendas que lo que hacemos es contrario a la Ley de Dios. El peca por rebeldía a Dios y por tentación al hombre; pero el hombre peca por desobediencia a Dios. Pero la diferencia, es que la soberbia del hombre no está tan enquistada, de forma que es mas difícil que el diablo se arrepienta de uno solo de sus pecados, que al hombre le falte la virtud de la humildad para arrepentirse. Y de ello podemos dar gracias a Dios, que nos alcanza la capacidad de arrepentimiento, a través de la virtud de la humildad y por ello, la capacidad de pedir perdón a Dios por haber roto, con el pecado, el nexo que nos une a El Por otra parte, existe el grave error de no creer en su existencia, de considerarlo por algunos como la personificación del mal; cuando en realidad es la causa del mal y de la mentira, lo que no nos quita culpabilidad a nosotros en el pecado o en el mal hecho

“El hombre no necesita mas que sus propios pies para venirse al suelo, porque cada uno lleva en si su miserable piedra de tropezar” .Y es cierto. Tropezamos muchas veces sin motivo para tropezar; es decir, porque queremos caernos; porque muchas veces somos como masoquistas que buscamos hacernos daño en el alma, porque en apariencia el dolor no se nota porque no es dolor físico, pero se produce y a la larga hace mas daño que aquel al que hemos padecido de vez en cuando.

Si observamos, en la vida política pasa lo mismo. Hoy que acudimos con la boca abierta, al triste espectáculo de la corrupción. Una corrupción pintada de todos los colores: derecha, izquierda, centro. Uno es el tentador y otros los tentados, los avariciosos, los codiciosos, que son capaces de enriquecerse con dinero ilícito aún a costa de vender su propia honra. El tentador que busca su enriquecimiento personal, soborna con cantidades sugestivas y no rechazables a cambio de “favores” que a el le supondrá mayor beneficio que lo que le suponían las cantidades entregadas. Es demencial, ver como personas en las que el pueblo español ha puesto su confianza, creyéndolas honradas, salen a la luz implicados en una red de corrupción, de fraude, de estafas… uno no sabe ya de donde se saca el dinero, con los millones que se han defraudado y ninguno los ha devuelto. Y tropiezan una vez, después otra y ya es imposible salir de la espiral, hasta que un juez pone freno a tanto desmán.

Todos tropezamos, nadie está libre de ello. El Señor nos enseña, en su subida al calvario, a levantarnos una, otra y otra vez y tantas veces como fuera necesario, aunque el peso de nuestros pecados nos parezca tan poderoso que dificulta poder levantarnos. Pero aún asi, debemos intentarlo. La tentación es vencible, es rechazable. También el Señor nos enseña a vencerla. Y además nos da las claves para ello: la oración y ponernos en manos del Señor. Sin el, con nuestras solas “fuerzas” nada, nada conseguiremos.

Decía un sacerdote, en su ultima homilía y en su ultima Misa en domingo, ya que días después entregaría su alma a Dios, que la vida del cristiano es violencia, por estar inmerso hasta su ultimo día en una batalla contra el pecado y en una lucha por la santidad a la que estamos llamados.

Podríamos quitar  de nuestra mochila esa piedra de tropezar tan molesta. Es cuestión de decisión y de amor a Dios. Quitar esa piedra de nuestra mochila es dejar un gran espacio que muy bien podrá ocupar Padre Dios. Animo, si podemos, possumus, está de nuestra mano.

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