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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

MADRE ALBERTA (III)

MADRE ALBERTA 2

 

            Nace Alberta Giménez el 6 de agosto de 1873, en  Pollensa, en el seno de una familia cristiana. No, no se trata de una frase hecha. Cuando al describir, como en este caso, la vida de nuestra fundadora, se hace hincapié en el hecho de nacer en el seno de una familia cristiana, no  con una intención meramente descriptiva que pudiera definirnos una situación o un ambiente de una forma pasajera, sino para recalcar un hecho que va a ser fundamental en la vida de  Madre Alberta. Por ello, es preciso recordar a sus padres, Alberto y Apolonia quienes van a marcar e inculcar un camino a seguir: el de la santidad.

            Nacer en un hogar cristiano como fue del de Madre Alberta, como lo es el tuyo o el mío, no significa únicamente nacer en un hogar de padres bautizados, que los hay y muchos,  pero también los hay en los que se ha perdido la llama de la fe. El Bautismo no hace al cristiano, sino que nos hace cristianos, hijos de Dios, miembros de la Iglesia... cuando ponemos a caminar lo que recibimos ese día: la fe y la gracia, ayudados en los primeros pasos por nuestros padres.  Por eso, el cristianismo, nacido del Bautismo y echado a caminar, es un estilo y un compromiso de vida a semejanza del de Jesús; tal vez, con la diferencia que nuestra Cruz no va a ser como la de Él, pero sí  que no van a faltar esos momentos fuertes que de vez en cuando asoman al camino de nuestra vida. Nacer en un hogar cristiano no es detenernos en ese día memorable, sino ir más allá,  lanzarnos a caminar, como lo hizo Madre Alberta,  con  el norte puesto en la dirección que el Señor nos marca.

            Por eso, al decir que la niña Alberta Giménez nace en un hogar cristiano, es porque  en él (por la acción de los padres), no se detuvo el manantial de gracia y de fe que recibiera aquel 7 de agosto de 1873. Y es aquí, en el hogar, de labios de  sus propios padres, Alberto y Apolonia,  donde va  a iniciar los primeros pasos hacia ese Padre que desde la eternidad la había llamado para conducir una obra de amor, de caridad y de enseñanza.

            El contacto de Madre Alberta con Dios no va a ser sólo un contacto teórico ni memorístico, donde va a escuchar: ¿quién es Dios?, ¿cómo es Dios? ¿Es Dios nuestro Padre? ... sino que a estas enseñanzas de sus padres le van a acompañar hermosos ejemplos de vida. Y así, poco a poco,  comenzará a tratar al Señor como Padre, como amigo, como confidente y a vivirlo con intensidad, con  mucha oración junto a  las obras; después, llegado el momento se preparará para recibirlo, tal como es, en su alma, mediante el Sacramento de la Eucaristía e irá perfilando, al mismo tiempo,  una norma de conducta y de comportamiento ante los demás.

            Estas experiencias de  Dios, la  niña Alberta  Giménez, las va a recibir en la mejor escuela de catequesis   : la familia. Ahí Dios no se teoriza, ni queda oculto entre las páginas de un viejo catecismo, sino que se práctica, se vive y se siente bajo la atenta mirada de unos padres que han transformado el hogar en aquel otro de Nazaret. “La familia cristiana debe ser considerada como cauce catequético de importancia primordial, en cierto modo insustituible " (19).

            ¿Podría decirse que la obra de Madre Alberta comenzó mucho antes? Tal vez, pues va a ser en el seno de aquella familia cristiana desde donde el Señor va a ir puliendo, por mediación de sus padres, el alma de aquella niña de " privilegiado talento, clara inteligencia..." (20) ,  a la vez que nos va hablando con un lenguaje humano acerca de la importancia de la familia, de la necesidad de la intervención  insustituible  de los padres en la educación espiritual, moral y humana de los hijos. La vida de Madre Alberta  es autentica enseñanza desde sus comienzos.

            “El primer ambiente natural y necesario de la educación es la familia... " (21) y la Iglesia reconoce insistentemente en esta necesidad de la catequesis familiar ya que en ella se produce : "  El deportar religioso del niño, la iniciación en la oración personal, la educación de la conciencia moral y la iniciación en el sentido cristiano del amor, el trabajo y la convivencia " (22)  .

            La acción formadora y educadora de los padres de Alberta Giménez fue fundamental  ya que ellos con sus enseñanzas y  con su ejemplo fueron extendiendo esa base firme y segura sobre la que luego, Alberta joven, novia, esposa, madre, religiosa y fundadora, va a ir poniendo los cimientos hasta alcanzar la cumbre  a la que fue llamada por el Señor: la santidad.

 

              Por eso no debe pasar en blanco la vida de Apolonia y Alberto, quienes al igual que muchos padres supieron y saben asumir esa autentica paternidad responsable de  la que tanto se nos habla hoy.  Ciertamente este mundo está necesitado de muchos Apolonios y Albertas que sepan inculcar a la juventud venidera los valores que se han ido perdiendo y los que desde todos los frentes se van derribando del alma humana. Y también muchos Apolonios y Albertas que sepan cumplir con fidelidad aquella frase que estudiábamos de pequeños de " criar hijos para el Cielo " y que no es otra cosa que educarlos en la fe, desde la familia primero, al calor de la Parroquia, después.

            Pero aún queda mucho camino que descubrir en esta mujer fuerte de fe, Madre Alberta :  su vida de oración, su intenso amor eucarístico, su celo apostólico ... ¡ y cómo no ! el amor a la Madre, María Inmaculada que en palabras de ella nos dice : " ¡ Que nuestra purísima Madre, sea el imán de nuestros corazones "

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