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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

MADRE ALBERTA (IV)

           

El 16 de octubre de 1922, iniciaba su andadura en Santa Cruz de  Tenerife, el Colegio de la Pureza de María, perteneciente a la Congregación de  Hermanas de la Pureza de María Santísima, que el 1 de Mayo de 1870 pusiera en camino nuestra Fundadora, Madre Alberta y cuyo germen comenzó a fecundar mucho antes, el 6 de agosto de 1837, cuando nace la pequeña Alberta Giménez. Y es que dios, aunque a nosotros  nos parezca lo contrario, no comienza su obra a mitad del camino, sino desde el principio del mismo. Así ocurrirá con la magna obra que, desde toda la eternidad, ya había encomendado a nuestra Madre; pero una obra a la que faltaba algo primordial, el SI de la Madre, como señal que Dios cuenta con nosotros y que jamás rompe nuestra libertad. Un SI que dará el 23 de abril de 1870, cuando es nombrada Hermana del real Colegio de la Pureza de Palma de Mallorca. Un SI, con el que Madre Alberta se ejemplificará a María, nuestra Madre común, a la que tanto amó en vida, un amor que va a inculcar en sus hijas en sus alumnas; y con su SI a D Bernardo Nadal, Obispo de Palma, repetía a Dios aquellas palabras de María al Ángel durante la anunciación “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38).

 

Madre Alberta, descubre en la propuesta del Obispo de Palma los designios del Señor y accede humildemente a tomar las riendas de aquel Colegio inicial de la Pureza que se desmoronaba y que nadie quería cargar sobre sus espaldas. La Madre  dijo SI al  Señor para levantar y encauzar aquella obra que se desmoronaba, pero que luego cruzará fronteras. Madre Alberta, mujer fuerte de fe, enamorada de Cristo  Crucificado, junto al que ya subió con la Cruz del dolor  a lo más alto del Calvario, apuesta por el Señor, aceptando con humildad y obediencia su Voluntad, sin mirar las dificultades, las contradicciones, los obstáculos, los sufrimientos, el dolor, las incomprensiones, ni tampoco, pues no iban a faltar, los ataques furibundos que iba a recibir de los enemigos de la fe en aquel tiempo.  Madre Alberta, cuya vida es cada página del Evangelio y una lección viva de catequesis, nos enseña a confiar en el Señor, aún cuando las dificultades sean extremas, y tomando la Cruz, va y sigue al Maestro, “el que no toma su cruz y me sigue no podrá ser discípulo mío” (LC 14,27); y se pone en camino hacia la tierra que te mostraré” (Gn 12,1).

 

Cuando aún el Colegio de la Pureza de María  del  Puerto de la Cruz no llevaba un año de funcionamiento, nuestras Islas se ven bendecidas otra vez con la llegada de nuevas  religiosas de la Pureza, para establecer un nuevo Colegio; esta vez en  Santa Cruz de Tenerife, la Capital. Era por entonces Obispo de la diócesis, D Gabriel Llompart, que más tarde lo será de las diócesis de Gerona y de Mallorca. Era un entusiasta de la obra de Madre Alberta y su ayuda va a ser de grandísima importancia. Un  Colegio, que como describen las crónicas, iba a quedar pequeño muy pronto, dado el arraigo y la solera que en pocos años había conseguido; el estilo de vida, la educación, el crecimiento espiritual y el buen aprendizaje de las enseñanzas humanas marcaban un hito, y que hoy día se mantiene en su línea constante. En el año 1925 se adquirirá un solar donde poco a poco irá creciendo el nuevo Colegio. La fundación de un nuevo Colegio agradaba a la Madre, cuya salud era ya extremadamente delicada, y así describe uno de los biógrafos más importantes que la obra de la Madre ha tenido, D Bruno Morey quien cuenta como se le alegraba el corazón a la Madre cada vez que le traían noticias acerca de la nueva fundación y además: “la idea albertiana, que nada había desmerecido con la vejez de la Madre, y que se mantenía viva y cálida, capaz y generosa, acababa de arraigar profundamente en aquellas tierras atlánticas, por las que ahora proliferaba y retoñaba en la ciudad de Santa Cruz

 

 

Que nuestro Colegio sea un hogar muy grande y con cariño para todos”, decía la Madre. El amor que sentía por todas las almas y hacia todas las almas, hicieron que en lo más intimo de su corazón se proyectara un deseo, un lugar amplio, donde poder depositar con amor de Madre todo el cariño que hacia ellos sentía, sabia cuanto amor faltaba y hacia desgraciadas a tantísimas almas; y ella quería darlo, pues aunque en todos veía reflejados a Dios, con más fuerza lo veía en aquellos que sufrían por cualquier causa. Y así va entregar un amor que romperá fronteras y distancias,  aunará colores y credos, igualara estamentos sociales, fortalecerá culturas... hay cariño para todo y para todos. Y con un corazón indiviso, característica de las autenticas madres, su obra se irá extendiendo: Mallorca, Valencia, Canarias, Bilbao, Barcelona, Madrid, Roma, París, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Zaire... “mira el cielo, y cuenta si puedes, las estrellas. Pues así será tu descendencia” (Gn 15,5). Muchas son las almas que desde aquel 1 de mayo de 1870 han recibido en los Colegios de la Pureza de María no solo la Luz de la Buena Nueva que nos trae el Evangelio, sino también una preparación humana y científica para un perfecto servicio a Dios y a la sociedad de cada momento; pero además,  han hecho posible, en lugares marginales, que existan garantías de esperanza de alegría y de saluda que antes no existían. Pureza de María, porta la llama de la solidaridad para con un mundo que terriblemente hemos olvidado. “Salvemos si podemos un alma; esto es más que dar de limosna muchísimas riquezas”, decía la Madre; y este salvar un alma significa también devolverle la alegría, ofrecerle la esperanza de un mañana, arrancarle de la soledad y el olvido, ofrecerle unos conocimientos que le dignifiquen...

 

No es, La Pureza de María, una obra donde solo cabe la cultura fría de un aula. Pureza de María, es algo más hermoso, poético y hasta romántico, es una realidad que nace de un corazón amante. Pureza de María ha sabido aunar, lo que otros pretenden separar, Fe y Cultura, dando con ello más vigor y autenticidad a la enseñanza, haciendo posible que ésta, como nuevo sacramento, imprima carácter manteniéndose imborrable en alma, corazón y mente del alumnado. “La maestra esparcirá semilla abundante en el más extenso campo, tal vez en toda la población, semillas que, envolviendo el germen de otros, habrá de dar por mucho tiempo optimo y provechoso fruto”, decía Madre Alberta, y una vez su visión de futuro era de una claridad que impresiona. Quienes somos testigos expectantes de esta obra podemos dar fe de cómo se cumplen estas palabras, como también hoy aquellas palabras que una antigua alumna de la época decía al hablar de la Madre: “Recibí una educación muy religiosa, precisamente de la Madre. Aprendí a a conocer a Dios, a mar, a aprender la santidad”, y eso quiérase o no, no se  olvida, por mucho que intentemos matar la conciencia o renegar de nuestro pasado. Es un sello imborrable, pero también una tabla de salvación, cuando el alma dormida despierta de la noche oscura que en ocasiones atraviesa la fe.

 

 

Pero no se podría entender la obra de  Madre Alberta, y continuada por  nuestras Religiosas de la Pureza, si en éstas no descubrimos ese amor que hemos mencionado, pero además, la caridad, la generosidad y la entrega evangélica, virtudes que conforman el ser del autentico cristiano  y uno de los fundamentos básicos de la obra, ya que las Religiosas de la Pureza, animadas por ese espíritu que emana del evangelio y del que tanto nos habla últimamente el Papa Juan Pablo II, escuchan como Abraham el mandato del Señor: “Sal de tu tierra, y de tu parentela y de la casa de padre y ve a la tierra que te mandaré”(Gn 12,1), y con ese espíritu que les caracteriza, el mismo que manara del corazón de la Madre “siempre tranquila, siempre alegre, siempre sumisa la guiará a Ud. Jesús”, parten de sus casas, de sus familias, de su patria para darse por entero a aquellos que sufren, que  padecen, que permanecen en el olvido, sin que  de sus labios se desdibuje la sonrisa, con el ánimo siempre muy alto, “con santa alegría, con cariño y dulzura para todo el mundo”. Tal era el talante de nuestra Fundadora, tal es la finura con la que trabajan nuestras religiosas. El espíritu de la Madre se mantiene vivo en las religiosas y en aquellas jóvenes que enamoradas de su obra continúan  unidas de una u otra forma a los Colegios de la Pureza.

 

Quiero una vez más recordar aquel año 1993, bendiciendo aquellos momentos, cuando por primera vez entre en el Colegio de Pureza de María, invitado a una oración penitencial, en el corazón de la cuaresma, y de la que salí fuertemente reconfortado. Fue aquella tarde misma, cuando  por primera vez oí hablar de Madre Alberta, su vida como estudiante, como novia, como esposa y madre, su camino del dolor, como Fundadora; y me llamó la atención  el énfasis y la unción que mi interlocutora ponía en cada palabra, y el cariño con que pronunciaba el nombre de aquella Madre. Poco después, aquella historia de amor, de entrega y de fe me iba cautivando, viendo reflejado en los resultados del alumnado una obra majestuosa y que mantenía el frescor inicial, haciéndome sentir igualmente conquistado, como aquella joven interlocutora, que hoy vive feliz sirviendo a Cristo dentro de la Congregación de la Pureza de María. Pero además conquistado por sus gentes y por los resultados que para la fe y la sociedad suponen. Desde entonces, son muchos los recuerdos que guardo y que trato de trasmitir y de compartir con los demás. También han sido muchísimas las atenciones recibidas, así como el cariño y el afecto dispensado, y es que el espíritu de la Madre  vive con la misma intensidad “trate  con tanta alegría, con cariño y con dulzura a todo el mundo”.

Sírvanme estas líneas para unirme a las tantísimas voces de esta capital santacrucera en la celebración del 75 aniversario de la fundación del Colegio de la Pureza de nuestra Capital. Un colegio que no está en exclusiva al servicio único de la enseñanza, sino al de Dios y la sociedad canaria, en una labor diaria, hasta  alcanzar  cotas altísimas en la historia de la educación. 75 años repartiendo amor y cariño a todo el mundo.

 

Muchas felicidades a las Religiosas de la Pureza por su entrega diaria en esta difícil misión, sin bajar la guardia y superando cada año el listón del anterior. Muchas gracias porque al inculcar en el alma las jóvenes alumnas el amor a Jesús Sacramento, a María, la fidelidad al  Magisterio de la Iglesia, el afán de superación diaria, espíritu de familia, espíritu de trabajo y amor al prójimo, nos hacen atisbar un futuro donde volverán los valores que en las últimas décadas se han ido perdiendo.    Muchas felicidades a vosotras, las antiguas alumnas, que habéis continuado unidas a las Religiosas y al Colegio, en una labor de encomiable apostolado, sabedoras que las alumnas que viniendo detrás son el futuro de un mañana feliz, y que son las que han de recoger el testigo de manos de vosotras. Es un rasgo de amor y de entrega que ciertamente el Señor no olvidara. Muchas felicidades,  a las jóvenes que continúan su aprendizaje en el Colegio, y a aquellas que como consecuencia de las enseñanzas recibida comienzan a despuntar en las tareas y con inquietudes de apostolado. En el deseo que sepan aprovechar esta ocasión que el  Señor les ha dado, para obtener una exquisita formación tanto humana, como espiritual.    Y como no, recordar a aquellas Religiosas y alumnas que habiendo cumplido la misión para la que el Señor las llamó, han partido a los brazos de Padre Dios, como premio merecido a su fe y sus obras. Un recuerdo que no debe quedar archivado, sino  debemos hacerlo patente, siguiendo las huellas que nos marcaron, pues es  camino seguro de salvación. Gracias Pureza de María, gracias con todo el corazón. Que Dios les bendiga y siga bendiciendo esta obra. Gracias, pues su obra, su buen hacer y su presencia engrandecen a la sociedad. Con cariño, respeto y admiración.

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