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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

LA ESCUELA, EL ESTADO Y LA EDUCACION DE LOS JOVENES

                La escuela se la define comouna institución específicamente educativa en cuyo entorno se  desarrollan teorías de la educación...tiene como finalidad, la de ser una comunidad en donde se aprende a vivir socialmente...un centro motivador y formativo, donde cada uno desarrolla a su ritmo su personalidad”. La escuela debe ser un complemento de la acción original y educadora que es la familia. Por tanto, la escuela no puede pasar por alto, bajo ningún concepto, esta acción que le corresponde y por tanto está obligada a que el niño y luego el joven alcance un desarrollo educativo integral, CONTINUANDO la labor de los padres.

                La polémica  LOCE, que responde a unos fines partidistas y teóricamente ideologizados por el sistema  gobernante socialista, pretende coartar la formación personal, social y moral de los jóvenes, en cuanto que el espíritu y la letra se contrapone a la enseñanza de la religión y de la  moral católica en la  escuela, proyectando sobre el alumnado una enseñanza absolutamente materialista, conforme a sus postulados y a los vientos que en los últimos tiempos  parece beber un sector de nuestra sociedad. Y así contrariamente al espíritu de la Constitución Española, crea unas leyes que obstaculizan la enseñanza de la religión en la escuela, y por tanto la enseñanza moral; la declara como optativa con una asignatura nueva, y edulcorada, que es la ética y para el colmo del  atrevimiento se amenazaba con poner como opción a la asignatura de religión una clase de juego del parchís, por así explicarlo.  De esta forma  una de las misiones de la escuela se ve gravemente perjudicada,  sin que hasta la fecha se haya podido solucionar con el nuevo giro tomado por el sistema político español.

                Si nos damos un paseo por las legislaciones civiles habidas : Constitución Española, Declaración de los derechos Humanos, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Tribunal Supremo, ... son claramente tajantes a favor de que la educación exigida por los padres es única y exclusivamente la que se ha de impartir a los hijos. Con respecto a los documentos de la Iglesia: Vaticano II, Encíclica Dignitatis Humanae, textos de la Conferencia Episcopal Española reclaman para los padres el derecho a exigir libremente la forma de educación de sus hijos así como el derecho, igualmente inalienable, de elección de centro escolar.

                En este sentido los padres que lo deseen deben seguir exigiendo el sentido cristiano en la educación de los hijos. Sería peligroso y hasta contraproducente dejar el tema  en estado latente, aunque el sistema político cambie y  parezca que el que viene se ha acerque algo a nuestras posiciones y creencias. La orientación cristiana de la educación que tiene su origen en la familia, debe tener su continuación en la escuela como un hecho incuestionable, pues la “justifica, potencia, desarrolla y completa la formación humana del joven cristiano”.

         El mismo Albert Einstein llegó a decir que “el excesivo hincapié en lo puramente intelectual de nuestra educación, ha llevado a un debilitamiento de los valores éticos...la religión constituye una parte importante de la educación, en la que recibe una escasísima consideración y no suficientemente sistemática... sin una cultura ética no hay salvación para la humanidad”.                                                   

                                                                             

                Por otra parte, el Estado es dirección o gobierno de la sociedad, toda vez que conduce o debe conducir a una comunidad hacia un fin, el bien común. Ese bien común se caracteriza por muchos aspectos: la búsqueda constante de un bienestar social con un  perenne clima de paz entre  sus miembros; la consecución de una justicia que sepa dar a cada uno lo que le corresponde sin discriminaciones; la puesta en marcha de aquellas fórmulas que tiendan a disminuir la marginación de unos frente a un excesivo enriquecimiento de otros... la garantía permanente de una calidad de enseñanza y su plena y total  efectividad a la que tengan acceso todos los miembros de la sociedad;  el apoyo a la familia como plataforma básica en la que nace y se asienta una sociedad, colaborando plenamente en el desarrollo intelectual y religioso, así como fomentando su vocación de servicio a la sociedad.

 

                El Estado no puede jamás coartar, desde su punto de vista partidista o ideológico uno de los fines primordiales de la familia,  como es la educación religiosa, moral o ético-social. Pretender dependizar la Confesionalidad o no de un Estado a la enseñanza religiosa de sus miembros es un grave error  cultural por parte de quien lo dispone, pues confesionalidad  del Estado y enseñanza religiosa son plenamente independientes. Igual de grave es el error que se contrae al pretender que cultura y fe son contrapuestas, jamás la Iglesia Católica se ha desentendido, al contrario ha caminado junto a la sociedad con quien ha colaborado estrechamente, solucionado sus problemas de todo tipo, saliendo al  paso de las injusticias cometidas contra la persona  por medio una enriquecedora doctrina social. Por tanto, cuando el  Estado coarta o impone unas condiciones educativas, confeccionadas a la medida de su sentir personal, ya tiende a no construir una persona auténtica e íntegra que es el fin, en su amplio sentido, de la educación.   Por otra parte, esta actitud es contraria a las competencias del Estado, ya que la  educación religiosa, moral, ético-social del niño y  del joven es competencia exclusiva de la sociedad y un derecho de los padres, fundamento de ésta. Otro de los errores, es la pretensión de que la escuela es un elemento al servicio del Estado, que puede dirigirla a su antojo cuando y en el momento que quiera, desde donde se pueda expandir su doctrina. La escuela es, por el contrario, una institución que está al servicio de tres elementos esenciales: padres, alumnos y sociedad. Siendo por tanto obligación del Estado colaborar en el cumplimiento de este derecho y de este deber.                

                                               RECUPERAR EL TERRENO PERDIDO

                Mucho es el terreno que se ha perdido. La actuación injusta de un sistema de gobierno hacia un sistema de educación basado en la verdad por un lado, y la actuación  ligera y frívola en muchos hogares cristianos, por otro,  han producido un grave deterioro de la educación de una juventud que no deja de ser sana, porque se pregunta y busca, aunque muchas veces por el camino equivocado, camino al que se le ha ido llevando.  También son muchos los problemas con los que se encuentran: paro, desencanto  a que les lleva el abandono en que se les tiene, pasotismo, vacío y frialdad interior, incomprensión, silencio y evasivas a sus cuestiones... Un amplio  sector de nuestra juventud se ha visto mellada por actuaciones que van desde actitudes erróneas de muchos padres que no han querido o no han acertado a inculcar un modo de vida, hasta   la desacertada actuación gubernamental, que  solo ha sabido ofrecer el veneno materialista que  los inutiliza para todo servicio a la sociedad.

                Creo que estamos en un momento que debemos aprovechar; tal vez una última oportunidad de salvar lo que hasta hace unos años parece insalvable. Pero ese terreno no podrá recuperarse si no se empieza a reedificar por la base: la familia, volviendo otra vez a   restablecer el sentido de unidad que se ha perdido por elementos externos que se nos han ido introduciendo y,  cómo no, el retorno del sustento espiritual, ya que a la luz y al calor de Dios, estas heridas se irán restableciendo, “un mundo sin niños causaría  el efecto de un jardín sin flores, de un cielo sin estrellas, de una vida sin ilusiones, sin objeto y sin esperanza”, (Madre Alberta Giménez) y este es el  efecto que lograremos si rompemos definitivamente la educación de quienes están llamados a ser las antorchas y el futuro de un mundo que no es nuestro, que es un préstamo de Dios que habrán de heredar nuestros hijos. Tenemos ante nosotros esta grave responsabilidad, quizás mañana sea tarde y el hoy no es el futuro que deben heredar nuestros pequeños y nuestros jóvenes. La solución la tenemos. A buenos entendedores pocas palabras bastan.

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