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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

JESUS ES LA PALABRA DE DIOS

camino de emaus

            16 Llegó a Nazaret, donde se había criado, y  según costumbre entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para leer. 17 Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito:

 

 

                        18 El Espíritu del Señor está sobre mi,

                        por lo cual me ha ungido

                        para evangelizar a los pobres,

                        me ha enviado para anunciar la

                                               redención a los cautivos

                        y devolver la vista a los ciegos,

                        para poner en libertad a los oprimidos

                        19 para promulgar el año de gracia

                                                           del Señor.

 

            20 Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga  tenían fijos en Él los ojos. 21  Y comenzó a decirles: Hoy se  ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir.. 22 Todos daban testimonio a favor de El, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de su boca y decían: ¿No es este el hijo de José?. 23 Entonces le dijo: sin duda me aplicaréis aquel proverbio: Médico, cúrate a ti mismo. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaún hazlo también aquí en tu patria. 24  Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. 25 Os digo de verdad que muchas viudas  había en Israel en tiempo de Elías, cuando durante seis años y tres meses se cerró el cielo y hubo una gran hambre por toda la tierra; 26  y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. 27 Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Elíseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el Sirio.

 

            28 Al oir estas cosas, todos en la Sinagoga se llenaron de ira, 29 y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron a la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. 30 Pero Él, pasando por medio de ellos, seguía  su camino. (Lc 4,16-30).

 

 

            San Lucas es el único de los evangelistas que nos habla, en diversos momentos, de la infancia y niñez  de Jesús. La Circuncisión, la  Presentación del Niño Jesús en el Templo, El Niño en el Templo, la celebración de la Pascua; algunos de los cuales  recordamos en los misterios Gozosos del Santo Rosario. Referente al paso por la niñez y juventud del Señor, San Lucas recoge esta frase: “crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2, 51-52). Es en Nazaret donde transcurren esos años de la vida de Jesús, junto a su familia, ayudándoles, conviviendo con las gentes de aquella población, acudiendo a la escuela junto con sus compañeros...

 

            Era sábado cuando llega Jesús a Nazaret; El Sabat comienza el viernes al anochecer era día de oración y descanso, según estaba escrito en las leyes judías; día de la semana estrictamente observado por los fariseos y escribas. Este día se celebraba acudiendo a las sinagogas los hombres, las mujeres se quedan en el hogar donde preparan todos los detalles para la celebración en familia “encienden dos velas a la vez que se tapan los ojos y recitan una oración, que es una bendición; a la llegada de los hombres de la sinagoga la celebración familiar del Sabat continúa”.

 

            La existencia de la sinagoga es controvertida en cuanto  a sus orígenes; unos consideran que fue con los comienzos del pueblo hebreo, Flavio Josefo y Filón de Alejandría consideran desde los tiempos de Moisés, para otros en la cautividad de Babilonia, ya que los judíos se reunían para leer sus libros sagrados, toda vez que en esa época se encontraban desprovistos de sus templos.

 

            ¿Cómo eran las sinagogas? “Por su finalidad, el edificio de la sinagoga tenía que diferenciarse claramente  del santuario o templo judío. A diferencia del Templo de Jerusalén, la sinagoga no tiene sacerdotes ni sacrificios de animales... en la sinagoga la participación de todos en la oración común era el centro en torno al que giraba la liturgia. El edificio de la sinagoga debía tener por tanto un amplio espacio en su interior, adecuado para dar cabida a los miembros de la comunidad, posibilitando oír la lectura de la Torá y sentarse durante el servicio religioso”. La palabra sinagoga significa  reunir

           

            Existía una costumbre judía en las celebraciones: “ El presidente invitaba a alguno de los presentes que conociese bien las escrituras a dirigir la palabra al auditorio. A veces se levantaba uno voluntariamente” como hace Jesús , tal como nos lo describe San Lucas en este capítulo, se levantó para leer. Es de imaginar la expectación, ya que todos habían oído hablar de Jesús, de sus predicaciones y de las obras que le acompañaban          . Ahora de aquel que habían oído hablar lo tenían  allí  presente, junto a ellos. A nosotros nos pasa lo mismo, Aquel del que nos hablan los Evangelios, Aquel de quien nos habla la Iglesia lo tenemos junto a nosotros, presente en el sagrario para que le hablemos, para que le escuchemos, para que lo recibamos en la Eucaristía. Y es el mismo del que gozaron su presencia aquellos hombres.

   

  

            Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito que anunciaba lo que estaba sucediendo en aquel mismo instante, aunque aquellas gentes  no se percataban de ello. Jesús lee el canto de Isaías en el que hace un recuerdo de la misión que había recibido:

 

                        ¡El Espíritu de Yavé está sobre mí!

                        Sepan que Yavé me ha ungido.

                        Me ha enviado con un buen mensaje para los humildes,

                        Para sanar los corazones heridos,

                        Para anunciar a los desterrados su liberación,

                        Ya los presos su vuelta a la luz.

 

                        Para publicar un año feliz de favores de Yavé,

                        Y el día del desquite de nuestro Dios.

                        Me envió para consolar a los que lloran

                        Y darles ( a todos los afligidos de Sión)

                        Una corona en vez de ceniza,

                        El aceite de los días alegres, en lugar de ropa de luto,

                        Cantos de felicidad, en vez de pesimismo. (Is 61, 1-3).

 

 

            Y comenzó a decirles: Hoy se  ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir. Jesús comienza a explicarles aquel texto, leído, a aquellas gentes, con natural sencillez y cariño. La profecía de Isaías se estaba cumpliendo, pero aquellas gentes no se percataban de aquello. Sus palabras les dejaban admirados, incluso como refleja el evangelista “todos daban testimonio a favor de El”, pero no acertaban a ver que de aquel  de quien hablaba Isaías en su profecía era de Jesús, a quien tenían delante de ellos. Jesús había venido para todo aquello que profetizó Isaías: para salvar a la humanidad del pecado, sacarlo de las tinieblas y devolverlo a la Luz, a Dios. Jesús les explica su misión a través de aquel texto de Isaías. Jesús ha venido a salvar a la humanidad de la muerte que causa el pecado, de forma que aquel que creyere en sus palabras recibirá el premio de la salvación que Jesús nos ha logrado a precio de dar su propia vida.

 

 

            El Espíritu del Señor está sobre mi, por lo cual me ha ungido, para evangelizar a los pobres. Esta palabra, pobres, aparece en el Sermón de la Montaña, si bien hace referencia al que pasa necesidad espiritual, también señala al pecador, a aquel que no ha tenido la dicha de escuchar la Buena Noticia, a aquel que por su  propia desidia ha ido apagando su fe... Todos, en mayor o menor medida cabemos en esta palabra, pues en mayor o menor medida precisamos la ayuda de Dios, los justos para seguir manteniéndose en su santidad,  y los pecadores para que ayudados por la gracia de Dios alcancemos la santidad, la salvación.

 

            Hoy la Iglesia nos habla de reevangelizar. Cuando escuchamos esta palabra: evangelizar o reevangelizar, nuestro pensamiento se va lejos de nuestras fronteras, cuando en realidad debería quedarse, también, dentro de ellas y hasta dentro de nosotros mismos. Pensamos que estamos evangelizados, que hemos recibido la Buena Noticia, pero realmente, porque casi la hemos olvidado, la Iglesia nos llama a reevangelizarnos, a recibirla otra vez, para volviendo a escucharla volvamos hacia al camino que nuca debimos abandonar, el que nos marcó Jesucristo en su venida. Aceptar la reevangelización supone un mucho de humildad, virtud por la que veremos realmente como está dentro de nosotros Jesús, sus enseñanzas, su Palabra, si las seguimos o por el contrario la llama de su Palabra se ha ido apagando a casi de nuestra vida 

 

 

            Me ha enviado para anunciar la, redención a los cautivos. El autentico sentido del pecado es el de la separación del alma humana de Dios, pero además el pecado produce otro efecto, grave, en el alma humana el de esclavitud. El pecado ata, esclaviza el alma humana a una serie de vicios de los cuales solo el sacramento de la Penitencia es capaz de liberar. El mejor ejemplo de esa esclavitud está en la repetición una y otra vez de uno u otro pecado, en tanto en cuanto no se ha realizado una buena confesión con un deseo de romper con el pecado. La penitencia tiene el efecto de cortar la raíz de esos pecados que se encuentran dentro de lo que se llaman pecados capitales: Soberbia, avaricia, gula, ira, envidia, lujuria y pereza. Jesús ha venido para anunciar la, redención a los cautivos. Jesús nos redime por su sacrificio en la Cruz y nos ofrece esa redención cada día a través del Sacramento del la Penitencia y nos da fuerzas a través del Sacramento de la Eucaristía. Dios nos ofrece la libertad y Dios nos la da con generosidad de Padre. El pecado, grande o pequeño nos hace cautivos

 

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