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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

EL SEMBRADOR

            “He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y ocurrió que, al arrojar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó  en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto, por no ser hondo el suelo; pero cuando salió el Sol se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre los espinos y crecieron los espinos  y la sofocaron, y no dio fruto. Y otra cayó en tierra buena, y daba fruto, creció y se desarrolló, y producía el treinta por uno, el sesenta por uno, el ciento por uno. Y decía el que tenga oídos para oír que oiga” (MC 4, 3-9).

 

            Jesús explica la parábola a los Discípulos: “El que siembra, siembra la palabra. Los que están junto al camino donde se siembra la palabra son aquellos que, aún cuando oigan, al instante viene Satanás y arrebata la palabra sembrada en ellos. Los que reciben la semilla sobre el terreno rocoso son aquellos que, cuando oyen la palabra, al momento la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y después al venir la tribulación o persecución por causa de la palabra se escandalizan enseguida. Hay otros que reciben la semilla entre espinos; son aquellos que han oído la palabra pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de las riquezas y los apetitos de las demás cosas que les asedian, sofocan la palabra y queda estéril. Y los que han recibido la palabra sobre tierra buena, son aquellos que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, treinta por uno, el sesenta por uno, el ciento por uno” (MC 4, 13-20).

 

            Jesús aprovecha momentos de la vida corriente para hacer más comprensible su palabra. Nos habla en el lenguaje de la vida habitual de los hombres de Palestina. Cuando por ejemplo elige a los primeros discípulos que se encontraban realizando las faenas de la pesca el Señor les dice: “Seguidme, os haré pescadores de hombres” (MC 1,18). En el caso de la parábola del sembrador les habla en el lenguaje que aquellos hombres podían entenderle mejor. Tanto la región central, la llanura de Yezrael, como la altiplanicie transjordánica son zonas muy fértiles. Israel está situado dentro de la llamada “media luna fértil” que recoge: “Mesopotamia hasta los montes de Anatolia al norte y hasta el mar mediterráneo al oeste”. Gran parte de los habitantes de Palestina se dedicaban a la agricultura y a la cría de ganado, si bien muchos de ellos trabajaban como asalariados; otros se dedicaban al pequeño comercio y al artesanado. En el norte en el lago de Galilea, se vivía también de la pesca.

 

            La Parábola del Sembrador nos sitúa en el trabajo habitual de muchas de aquellas familias. Ellos sabían que al sembrar el grano no llegaba a caer todo en tierra buena, sobre la franja abierta en la tierra, sino que también fuera, en zonas pedregosas y en otras donde la raíz no llegaría a aferrarse a la tierra. El Señor aplica estas situaciones a la parábola, que sin duda será más comprensible para los oyentes.

 

            El sembrador es Jesucristo, el hombre está representado por la tierra. El camino son “los hombres petrificados por la vida, hombres que no se abren a nada. Son gentes a quien el dolor y los años endurecieron en lugar de fecundarlos, gentes de paso, gentes amargadas”, son gentes a las que la dureza de su corazón no permite el acceso a la suave y dulce palabra del Señor. La semilla es el Evangelio, como también representan a los buenos consejos que recibimos. “Otros son como terreno pedregoso. Son muchos los hombres que tienen más piedra que tierra en el alma. Son apasionados, fervientes. Reciben con gozo cualquier idea nueva”, son un estilo del “joven rico, los que le abandonaron cuando anunció la Eucaristía, todos los que se alejaron a la hora de la Pasión

           

            Pero también hay buena tierra, la gente que recibe, la gente que guarda, no para atesorar sino para fecundar dentro de sí y después hacer participes a los demás, que es la gente que enseña y transmite la palabra, que es la semilla que ha germinado en sus almas.

 

            “Todos han recibido su parte como de sementera que cae no solamente en buena tierra, sino también por el camino, entre las espigas y entre las piedras, a fin de que todos queden inexcusables delante del Redentor si no emplean redención tan superabundante para su propia salvación eterna

 

            Cuando tengamos un ratito, a lo largo del día, tomemos los evangelios y comenzando por el evangelista que más nos agrade, metámonos en sus páginas como una persona más y acompañemos al Señor por los caminos que va recorriendo. Le escuchamos, vemos como actúa, como sana, con que cariño habla a las gentes, estemos atentos en esas lecciones de catequesis que va impartiendo, como la parábola del sembrador, mientras vamos meditando dentro de nuestro corazón. ¿Dónde me situó yo dentro de esta parábola? ¿Soy tierra buena? ¿Soy acaso la pedregosa? ¿Soy de los que reciben pero no ponen en práctica? Ahora es el momento más sensible para nuestra conversión, la Cuaresma.

 

            Es el momento que más sensibilizados estamos para que en nuestro corazón se produzca ese dolor de corazón o lo que es lo mismo sentir haber ofendido a Dios que solo sabe amarme. ¿Estoy dentro de los bienaventurados que lloran? Es decir los que tienen autentico dolor por haber ofendido a Dios. Son bonitos los evangelios y se van haciendo más bonitos mientras vamos descubriendo momentos que antes desconocíamos por no haberlos leído. Leámoslos despacio, caminemos despacio por los caminos junto al Señor, recojamos la semilla para que germine, luego vendrá el beneficio que un día habremos de presentar.

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