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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

EL PODER DE LA ORACION

 En varios momentos del evangelio de San Marcos hemos visto la importancia que da el Señor a la Oración. La forma, filial, con la que se dirige al Padre; las formas de oración: de petición y de acción de gracia, de suplica y de sometimiento a la Voluntad del Padre. El Señor nos transmite con su ejemplo la vital importancia de la oración. 

 Pero la oración no es solo un acto de amor, sino también una actitud de fe del orante y así nos dice Jesús: “ Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá” (Mc 11,24) El Señor sabe que frágil es la fe y lo pronto que somos a desesperarnos cuando no recibimos una u otra gracia al momento de pedirla. En la oración el  amor y la fe van íntimamente unidas. Al acercarnos al Padre para hablarle, estamos mostrándole un reconocimiento de amor filial, y en nuestras palabras ponemos la fe, sabedores que El está escuchándonos.  

 ¿Quiénes deben de orar?. La respuesta es todos, lógicamente, pero con más fuerza debemos abrazarnos a ella los que somos más frágiles; es decir quien sabe que su fe es quebradiza como un cuenco de arcilla; quienes caemos en los embates de las tentaciones. El santo, utilizará la oración, para mantenerse en esa santidad y poder hacer frente a las  insidias del maligno; los pecadores, para solicitar a Dios la fuerza necesaria para volver a su amistad. El Señor nos dice que todos debemos utilizar este acto de piedad filial; no pone barreras, dice tajantemente : “cualquiera” (Mc 11,23). 

 A la oración debemos acercarnos con fe, como si lo que pedimos ya nos hubiera sido dado por el Padre. Sin recelos. Sabe el Señor como de frágil es nuestra fe; pero nos pide un pequeño esfuerzo. 

 Santa Teresa de Jesús se dirigía así al Señor, arrojando sobre nosotros una luz, que disipe cualquier duda: “¡Oh Señor mío!, ¿por ventura será mejor callar con mis necesidades esperando que vos las remediéis? No, por cierto; que Vos, Señor mío y deleite mío, sabiendo las muchas que había de ser y el alivio que nos es contarlas a Vos, decís que os pidamos y que no dejareis de dar”.  

El Señor sabe cuales son nuestras necesidades, y bien podría solucionarlas sin que nosotros se lo pidamos; pero el ejercicio de la oración es un bien para el alma, pues el contacto con el Padre es un bien efectivo para el alma, tanto del que vive en gracia como para el que vive en pecado; a uno le hace seguir por la senda de la santidad y al otro, le acerca al camino de la conversión. Por otra parte el Señor quiere que nosotros nos acerquemos a pedirle, pues siendo la oración un dialogo de dos, al recibir las palabras del Padre, veremos mas claramente nuestros  fallos y los remedios para corregirlos. La oración hará de nosotros higueras fructíferas, pues nuestras obras serán regadas por la gracia de Dios. 

 Hágase tu Voluntad, le dice María al Señor. Abrahan, también responde al Padre con un gesto de fe. Deben ser, en primicia, María, y la fe de Abrahan, los espejos de la fe en las respuestas de nuestra vida a Dios.  

 Muchas veces el pecado anula la capacidad y la disposición de la persona a orar. El engaño del maligno ha hacernos creer que al vernos manchados por el pecado el Señor no nos va a escuchar, y surte efecto en sus planes de separación del alma humana de Dios. El pecado hace que no nos atrevamos a levantar los ojos hacia lo alto. En la parábola del hijo pródigo, el Señor nos da respuesta para que deshechemos este engaño. El  ha venido a sanar a los enfermos, y enfermo es el pecador. Es la oración el mejor bálsamo para el restablecimiento de la amistad con Dios, pero eso nuestro primer paso ha de ser acercarnos a Él por medio de la oración de reconocimiento y de petición de perdón.

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