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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

DIOS, NOS AMA SIN FRONTERAS

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“El nos ama sin fronteras. No porque lo merezcamos o porque lo vayamos a agradecer, sino porque nos ama”; escribía Martin Descalzo refiriéndose al amor que Padre Dios tiene hacia la humanidad.

Nos ama con un cariño diferente al que tenemos nosotros. Nos ama siempre, desde la eternidad. No es ese “anciano” de barba blanca, enfadado, que pintaban en los libros de Religión, dispuesto a castigar a las primeras de cambio.

Dios nos conoce y nos ama desde la eternidad; y desde la eternidad cuenta con cada uno de nosotros, aun sabiendo nuestra fragilidad, fáciles a torcer nuestro camino.

Si Dios no nos amara ¿hubiera permitido que su Hijo padeciera tan cruel Pasión? ¿Hubiera permitido que se desgarrara su Divino Cuerpo? Sin embargo lo hizo, porque nos ama a cada instante de nuestra vida.

Me decía una amiga ¿a mi después de la vida que he llevado, Dios podrá perdonarme? Podrá perdonar porque Él puede perdonar y seguro que el arrepentimiento del corazón lleva ya consigo Su perdón. Dios lee nuestros corazones y ve el verdadero arrepentimiento en el corazón humano. “Felices los que lloran porque recibirán consuelo”. Las lágrimas del corazón por la ofensa, llevan ya impreso el perdón del Señor, incluso antes de recibirlo en el Sacramento de la Penitencia. ¡Feliz porque sabes llorar por tu pecado, por tu ofensa a Dios! ¡Feliz porque te has reconocido Hijo Prodigo y vuelves a abrazar al Padre! ¡Feliz porque eres humilde de corazón! Y eso lleva consigo el amor del Padre, de Abba (¡Papaíto!), la felicidad más completa.

El consuelo lo recibimos cuando el sacerdote, a la vez que nos bendice, nos dice “ego te absolvo…” inundando nuestra alma de una alegría distinta. Sentimos nuestro cuerpo ágil, vemos el día de otro color, con más claridad; soñamos con grandes campos de apostolado; cuando momentos antes todo era temor, desconfianza, pesadumbre.

“Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿Qué merito tiene”. Nos dice el Señor. Si, Dios ama a todos por igual, a justos y a pecadores, ¿Cuál der ser la respuesta del cristiano?. Pues debería ser, sencillamente, la misma. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, debemos ponerlo como espejo de nuestros actos.

Cierto es que cuesta;, como decía un sacerdote, en su última homilía dominical, pues dos días después, de su preciosa homilía, entregaba su alma a quien sirvió durante muchos años como sacerdote. “La vida del cristiano es violencia, porque ha de luchar contra las tentaciones del pecado y las tentaciones del mundo”. Y es cierto, unos luchan por agradar a Dios y otros andamos tropezando con cada una de las piedras, grandes y chiquitas, que surgen a cada paso del camino que recorremos. Unos suben al cielo en cohete y otros subiremos a tropezones, como diría el Hermano Rafael (aconsejo leer su vida).

 Es cierto que no gozamos de la e la perfeccion, mientras deambulamos por la vida. Pero esto no quiere decir que no podamos hacer las cosas bien, como Dios quiere. Si podemos, pero nos cuesta, muchas veces tomamos el camino fácil, y nos dejamos vencer. Pero si podemos hacerlas bien, el mismo Señor nos lo dice en el mensaje del Monte de las Bienaventuranzas: ”sed perfectos como es perfecto el Padre” . Con esto el Señor no nos pide imposibles, ni nos pide alcanzar metas inalcanzables, no nos pide hacer esfuerzos que estén por encima de nuestras posibilidades; ero nos está diciendo que si podemos. Possumus!, decían los hijos del Zebedeo al Señor. “¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?” Y nuestra copa es la de luchar, como decía aquel sacerdote. Pero muchas veces el ¡Podemos! Queda en la intención, así todo nos ama con letras grandes; que no quiere decir que apruebe los actos malos, pero espera con una paciencia sin fronteras, oteando el horizonte en espera de nuestra llegada para salir a nuestro encuentro.

Todo por Dios y para Dios, como nos lo pide el Señor. Que hagamos las cosas bien, santificando cada pasó; es decir, ofreciéndolo al Señor: trabajo, relaciones personales, familiares, actos de caridad, trabajo diario, una enfermedad. Como nos decía el padre Antonio en un retiro: “Que sea el Señor el primero que vea todo… ¡Mira Señor, lo he hecho por ti!... incluso hablarle de aquellos zapatos que vimos al pasar por una tienda. O un traje, o un vestido…¡mira señor, me agrada que te parece?. De esta forma vamos alcanzando más familiaridad con Padre Dios”. Debemos contar con El hasta con aquellas cosas que nos parezcan pequeñas o sin importancia. Y vamos acercándonos a El que quiere ser además de Padre, Amigo.

Podemos tutearlo, pues nos ama sin fronteras. Es el AMIGO que nunca falla y el Padre que no nos abandona. El cuadro de la Parábola del Hijo Prodigo, de Rembrandt, representa el amor del Padre que no tiene fronteras, la ternura con que le abraza y que representa a toda (¡a toda sin reservas!)

No debemos temerle. Si a algo debemos temer ,es a nuestros propios actos, que son los capaces de salvarnos o de condenarnos.

 

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