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El blog de antonio tapia

EL CAMINO DE EMAUS

LA ULTIMA CENA

 

           Al anochecer, llega con los doce. Y mientras estaban a la mesa, comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar, el que come conmigo. Comenzaron a entristecerse , y a decirle cada uno: ¿Acaso soy yo? El les dijo: Uno de los doce, el que moja conmigo en la fuente. Ciertamente que el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mas le valiera a aquel hombre no haber nacido.” (Mc 14, 17-21).

 

 

            Era el primer día de las Fiestas. Se procede al sacrificio del cordero pascual, conforme al rito establecido. A la pregunta de los discípulos, el Señor les indica donde y como hallarán el lugar donde celebrar la Pascua, para ello envía a dos discípulos. Esta forma de dar las indicaciones  se debe a que “ es probable que Jesús quisiera evitar que Judas conociese con antelación el sitio exacto de la celebración de la Cena y lo comunicara al Sanedrín... Así se cumplieron los planes  divinos para aquella noche memorable del Jueves Santo. Judas, en efecto, no parece haber  podido comunicar  a los sanedritas donde podían encontrar a Jesús hasta que celebraron la Cena de Pascua, durante la cual salió el traidor del Cenáculo”.

 

 

            El evangelista no comenta que pusieran pega alguna, por lo que ambos fueron a cumplir su cometido tal como el Señor les había indicado. Prontos al mandato del Señor. El Señor no manda hacer cosas sin sentido.  Y Tal como lo describe San Marcos llegaron a la ciudad, encontraron como les había dicho, y prepararon la Pascua” ( Mc 14, 16). “Una antigua tradición cristiana afirma que la Casa del  Cenáculo era propiedad de María, la madre del mismo Marcos, a la cual parece  que pertenecía también el Huerto de los Olivos

           

           

            En uno de los momentos de la Cena surge el instante de tensión, que es cuando anuncia que va a ser traicionado por uno de los presentes en la Cena. “Las palabras de los versículos 18 y 19 son una nueva llamada a Judas para que se arrepintiera, facilitando así su conversión”. El Señor no quiere que nadie se condene, ni  el más contumaz de los pecadores. Para todos es el Padre de la parábola del hijo pródigo, que sale al camino del alma arrepentida. El Señor le ofrece la oportunidad a Judas, como nos la ofrece, a diario, a cada uno de nosotros. El Señor actúa con delicadeza, ante la traición de Judas, no rebela el nombre del que le va a traicionar, y de esta forma “ facilitándole la conversión”. El carácter de la confesión es secreto, entre el pecador y el confesor, entre el pecador arrepentido y Dios. El Señor a través de este sacramento nos perdona para siempre las ofensas y traiciones, cuando el confesor nos dice: Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” a la vez que nos bendice. Sacramento no entendido por muchos, y al que felizmente se acogen, luego, muchos de los que no querían comprenderlo o lo criticaban. Digo felizmente, porque está ahí, para que todos se salven.

 

            “ Mientras cenaban, tomo pan, y después de bendecir lo partió, se lo dio  a ellos y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y Tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y bebieron todos de él. Y les dijo: esta es mi sangra de la Nueva Alianza, que será derramada por muchos. En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el  Reino de Dios” (Mc 14, 22-25)

 

            El catecismo nos define el Sacramento de la Eucaristía como: "  el sacramento en el cual, por la admirable conversión de toda la sustancia del pan en el Cuerpo de Jesucristo y de toda la sustancia del vino en la preciosa Sangre, se contiene verdadera, real y substancialmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismo Jesucristo, Señor Nuestro, bajo las especies del pan y del vino, para nuestros mantenimiento espiritual". El Concilio Vaticano II dijo que le  Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia. La Eucaristía aparece como fuente y culminación de toda la evangelización.          En los otros sacramentos nos encontramos que se halla la virtud participada de Jesucristo; mientras que en éste, se encuentra Jesucristo realmente. El mismo Jesús que nació en Belén, el mismo que anduvo enseñando  los mandamientos, el mismo que murió en la Cruz y el mismo que hoy está en el Cielo, en espera de Su segunda venida. Los otros sacramentos son acción pasadera, el sacramento de la Eucaristía permanece por siempre en la Iglesia de Dios, el mismo que día a día nos habla, nos perdona, nos escucha y nos acompaña

 

            Este  sacramento fue instituido por Jesucristo en la noche del Jueves Santo y por tres fines principales:

 

a.-) para que fuese el sacrificio de la Nueva Ley; b.-) para que fuese el manjar de nuestra alma; c.-) para que fuese un perpetuo memorial de su pasión y muerte y una prenda preciosa de su amor a nosotros y de la vida eterna.

 

 Tuvo lugar en la última Cena, la noche del Jueves Santo, cuando al tomar el pan en sus manos, lo bendijo y lo partió diciendo :  Tomad y comed, esto es Mi Cuerpo. Y tomando el Cáliz y habiendo dado gracias se lo dió diciendo : Bebed todos de él; porque esta es Mi Sangre de la Nueva Alianza que será derramada por muchos para la remisión de los pecados ( Mt 26, 26-28)... Haced esto en memoria Mía ( Lc. 22,19 ). La presencia de Cristo es real como ya dijimos. Junto al Cuerpo de Cristo, lógicamente ha de estar Su Sangre, Su Alma y Su Divinidad y por la misma razón donde está Su Sangre preciosísima, ha de estar Su Cuerpo, Su Alma y Su Divinidad. A este prodigio obrado en la conversión de la sustancia del Pan en el Cuerpo de Cristo y la sustancia del vino en la verdadera Sangre del Señor, se llama  Transustanciación (cambio de una sustancia a otra ). Esta se realiza cuando el sacerdote , en la Santa Misa, pronuncia las palabras de la Consagración.  La consagración es la renovación, por medio del sacerdote, del milagro que hizo Jesús en la última Cena.

 

            Después e la Consagración, solo quedan las especies del pan y del vino, y que como dice el catecismo  las especies son la cantidad y cualidades sensibles del pan  y del vino, como la  figura, el color, el sabor, pero desaparece la sustancia. La presencia de Cristo es entera; es decir, si una Forma Consagrada la dividimos en varios trozos, Jesús estará presente enteramente en cada uno de ellos, incluido en las partículas que se puedan desprender, de aquí el porque es aconsejable y de gran respeto, el hecho de recibir la sagrada forma en la lengua en lugar de tomarla nosotros en la mano.

 

 

            El padre José Luis Martín  Descalzo hace un comentario, muy importante de un hecho sucedido después de la consagración, a tener en cuenta: Jesús, tras consagrar el pan y el vino, dio a sus discípulos la orden de hacer lo mismo en memoria suya. ¿Qué es lo que han de repetir? ¿La cena pascual? Esta orden no era necesaria. Venía celebrándose  hacía siglos y durante siglos seguiría el pueblo judío repitiéndola. ¿La simple reunión de amigos para recordar a Jesús? Ningún sentido tendría dar solemnidad a esta orden y menos aún el que la dijera inmediatamente después de sus palabras sobre el pan, para repetirla tras sus palabras sobre el vino... Jesús había realizado ante ellos una realidad, no un simple recuerdo. Ellos no tenían los poderes de Jesús. ¿Comprendieron que, en aquel momento Jesús estaba ordenándoles de sacerdotes, transmitiéndoles su poder?. Jesús no pudo mandarles hacer algo imposible, sin darles, al mismo tiempo, el poder de hacerlo. Su orden era una ordenación

 

            Por tanto, los apóstoles pasan a  ser  los sucesores del Señor, con el poder de realizar en memoria suya la consagración del pan y el vino , para que de la misma forma que ellos le recibieron en esa noche memorables, el resto de la humanidad y hasta el fin de los tiempos, pueda recibirle en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. “Con la Eucaristía había nacido el sacerdocio, como un complemento imprescindible”.

 

            Eucaristía y Penitencia, dos sacramentos que nos acompañaran durante toda la vida, el Señor se pone a nuestra disposición  para perdonarnos y para que lo recibamos, como alimento que nos refuerza y además  es propicio para la vida eterna. Asi como se dice del rosario que es un dialogo de amor con nuestra Madre, la Virgen María; la Eucaristía, es un dialogo de amor con Dios. Y se da tanta importancia a la comunión que se permite recibirla dos veces al día, siempre que en la segunda ocasión se participe de la Santa Misa. Oportunidades no faltan, están a mano ¿Qué esperas?. El Señor pasa por tu camino, al lado, se hace el encontradizo y nos acompaña en nuestro Camino de Emaús, solo falta que tu y yo lo reconozcamos y para ello, nos hemos de quitar  las telarañas de los ojos del alma

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