EL ABURRIMIENTO, UN PELIGRO

Si el aburrimiento, la desilusión, la desgana hace presa en nosotros, nos tiene sentados en un sillón con el pensamiento en no se sabe donde, o tumbados en la cama, como paralizados sin saber que hacer, sin  ilusión por nada, apáticos, sin nada que nos alegre… son como dejar las `puertas abiertas de la casa, exponiéndose a que entre cualquier caco a robar, facilitándoles el “trabajo”. Ese mismo peligro corre el alma. Pues son principalmente los momentos de apatía, los que aprovecha el enemigo común, Satanás, para presentarnos el mundo de las debilidades como en el que podríamos encontrar la “felicidad”. Pero no es un mundo de “felicidad”, sino un mundo de tentaciones diversas en el que nos adentramos: sexo, alchol, drogas, corrupciones… un mundo al que nos llevarán a mas graves consecuencias; porque ya no vemos con los ojos  del alma, sobre el que se nos ha puesto un vendaje.  Cosas que antes no hubiéramos hecho, ahora hacemos. Nos hace sordos a quienes nos quieren aconsejar del camino equivocado, incluso nos apartamos de ellos, como si fueran apestados.

Por ello, dejarnos caer en el aburrimiento, la desilusión, la desgana, la apatía son las tentaciones que nos tiende el enemigo común, para llevarnos a su terreno y ensuciar el alma y abrirnos al mundo de los sentidos desordenados.

Uno de los medios para vencer esta tentación o tentación es la práctica de la virtud de la CONSTANCIA. Buscar en el deporte, en la lectura, en la escritura, en las buenas compañías… como medios de evitar que el ladrón entre en la casa, en nuestra alma, y haga trizas el Templo que debemos ser.

El enemigo común, no acepta la derrota, por eso la vida es una constante lucha y si caemos, volver a levantarse una, dos y mil veces, sabiendo que al final nuestra será la victoria, co la ayuda del Señor, la Virgen y nuestro Ángel de la guarda, si solicitamos su ayuda. La caída no debe desanimarnos, sino que sacando fuerzas de la flaqueza vamos a levantarnos y ayudaremos a otros a levantarse.

Hay múltiples cosas que hacer, que no vemos porque no miramos. Ponemos el catalejo al revés y vemos todo muy lejano e inalcanzable. Pero haber cosas que hacer las hay, y a millares de millones, en que invertir esos espacios desocupados y que nos dará  buenos réditos cuando presentemos al Señor nuestras manos llenas y no vacías.